viernes, 8 de noviembre de 2013

Escena sexta

Estábamos acostados sobre su cama, nos mirábamos con amor, con ternura, pero nosotros no jugábamos ese juego. El romanticismo no era una práctica divertida para nosotros, al menos no en la cama.
Abrió el ropero y sacó una corbata color ocre, me miró fijamente y no me preguntó, ató mis muñecas con mucha fuerza y comenzó a penetrarme, intenté desatarme, pero no podía, lo mordí y entonces ese juego se tornó más intenso...
Llegamos al clímax. Increíble.
Cada día que pasaba caíamos en la cuenta de que nuestra mente trabajaba al mismo ritmo, estábamos tan conectados que no hablábamos, hacíamos.
Pero un par de cachetadas y una corbata no lograban satisfacer a nuestros cuerpos...
Íbamos por algo nuevo, todos los días y no conocíamos de límites.


Escena quinta

Dos meses después. Sus besos aún tenían el mismo efecto sedante, excitante, nada había cambiado entre nosotros. Tocó a mi puerta, llevaba un traje oscuro, atractivo, de repente me entregó una carta y un anillo ¿Qué estaba pasando? ¡Sí! Emocionada.
Sus manos rodearon mi espalda y sus labios penetraron en mi piel.
Todo sucedía tan rápido, como en esas noches donde el alcohol y las luces te superan y de repente estás en tu cama de nuevo, todo parece un sueño, pero el cuerpo indica lo contrario.


miércoles, 30 de octubre de 2013

Escena cuarta

Viernes,11 pm. Risas, caricias, entre cervezas y confesiones, besos que invitaban, besos que rogaban, besos que clamaban por una noche más.
Cerca de la 1 am decidimos volver a aquella habitación de hotel, no esperamos ni un segundo, nuestros cuerpos se reclamaban a gritos, como un vaso de agua en el desierto. Me sacó cada una de mis prendas con extrema delicadeza e hice lo mismo.
Esa noche fue especial, fue mas sentida, había una conexión muy poderosa entre nosotros y comenzaron a surgir los morbos de cada uno.
Besó mis labios, besó mis pechos, besó mis pies, besó todo mi cuerpo, cada centímetro de el, de repente eran las 4 pm, ¡No podía ser, el tiempo pasaba tan rápido!
Decidí darle rienda suelta a mis deseos, ya que él tenía la confianza para hacerlo. Le di una cachetada intensa en la cara, entonces, me tomó fuerte de las muñecas, me recostó y me hizo el amor como nunca nadie me lo había hecho, explotaba de placer. Comenzamos a mordernos delicadamente, subiendo la intensidad, nos desesperamos, ya no eran las yemas de los dedos las que acariciaban su piel, eran mis uñas. De repente, las 7 am. Nos quedamos dormidos. Amanecí sobre uno de sus brazos cerca de las 9 pm.
Nos besamos, aunque el cansancio físico se hacía notar, nuestros cuerpos aún se deseaban.
Nos tomamos de las manos, nos besamos... Salimos.





Escena tercera

Las puertas del hotel se cerraron, sólo éramos nosotros dos en una habitación pequeña, pero acogedora.
Los nervios me consumían, no quería que me toque, pero al mismo tiempo lo esperaba con ansías. El deseo nos invadía, se podía percibir la tensión sexual en el ambiente.
Cada beso nos fue conduciendo hacia la cama, no había nada que decir, nuestros cuerpos se entendían a la perfección, armónicos cayeron sobre las sábanas frías, podía sentir sus manos sobre mis pechos, hice presión con la yema de mis dedos en su espalda, él no paraba de besarme...
La tarde se fundió con la noche en un abrir y cerrar de ojos, nuevamente el tiempo se había acelerado y nosotros no estábamos conformes con ello.




Escena segunda

¿Qué esperar cuando estás esperando? Luego de una salida romántica una espera la llamada, un mensaje, una señal de que lo sucedido estuvo bien.
¡Ring! Llamada.
¡Prim! Mensaje.
Él estaba interesado, también yo ¿Qué estaba mal? Absolutamente nada.
Pasamos tres noches hablando, no dormíamos, solo comentábamos cosas totalmente triviales. Me estuve acostando cerca de las tres de la mañana, cada madrugada.
El tiempo corría con mucha rapidez y nosotros sólo queríamos estancarlo. Decidimos salir una vez mas, ya un poco mas relajados, me tomaba la mano, me abrazaba, coqueteaba conmigo, no me sacaba la vista de encima, lo notaba feliz de compartir tiempo conmigo.
Estábamos atravesando la etapa de enamoramiento, como los capullos de primavera que se van abriendo hasta florecer.
Verlo implicaba siempre una tormenta de besos, caricias sugestivas y miradas cómplices, donde participar era obligatorio...



Escena primera

Había cortado la comunicación con él definitivamente, o al menos eso trataba, ya no quería saber nada más. Parece que todas las relaciones que empiezo tienen el mismo final, siempre es igual, todo es mágico y perfecto hasta que... ¿Caigo en la rutina? Preguntarán ¡No! Hasta que la relación se torna en compromiso. Esta misma situación la viví unas cuatro veces en los últimos seis años, lo sé, nefasto.
Quisiera ahondar más en el tema, pero ciertamente dudo que a alguien le interese leer las desventuras amorosas de una típica joven bohemia de Buenos Aires.
Retomando, veinte llamadas perdidas, treinta mensajes de WhatsApp, dos de texto, un e-mail y numerosos intentos de interactuar conmigo vía redes sociales, ¡Basta! Ya no soportaba la situación, yo sólo quería finalizar algo que se había tornado demasiado serio, lo sé, la mayoría de nosotras sueña con estas cosas, pero no soy de ese tipo de mujer.
Me sentía terrible, si bien no era culpa mía, me sentía extraña, él estaba triste y yo no sabía que hacer, pero no podía seguir dándole esperanzas, no era justo.
Claro, todo tiene una razón, las relaciones se desgastan, como una goma de borrar luego de ser utilizada durante muchos años, esas pequeñas cosas sucias que teníamos guardadas en la cartuchera, cuando éramos chicos e íbamos a la escuela primaria.
El borrador se estaba desgastando, cuando repentinamente conocí a alguien muy parecido a mi, sí, esta persona le teme al compromiso, pero a diferencia de mi, nunca había tenido una relación estable y aún no logro deducir por qué. Músico, bohemio, reservado, buen gusto para vestirse, atractivo, joven...
El primer cruce de miradas marcó algo importante entre ambos y fue inexplicable, no podría ponerlo en palabras aunque quisiera, los dos sentimos esa conexión inmediata, carnal y amorosa al mismo tiempo.
No quería equivocarme, acepté salir con él una vez y otra, hasta que llegó el beso esperado, ese beso que parece decirte como será la relación, como es la persona, si es o no pasional, si tiene miedo, todo. Fue casual, suave, juguetón y breve, en pocas palabras, fue el lapso más placentero que había tenido en días.